domingo, 19 de enero de 2014

Comentario de texto de Luces de bohemia

(Su Excelencia toca un timbre. EL UJIER acude soñoliento. MÁXIMO ESTRELLA, tanteando con el palo, va derecho hacia el fondo de la estancia, donde hay un balcón.)
EL MINISTRO.—Fernández, acompañe usted a ese caballero, y déjele en un coche.
MAX.— Seguramente que me espera en la puerta mi perro.
EL UJIER.—Quien le espera a usted es un sujeto de edad, en la antesala.
MAX.—Don Latino de Hispalis: Mi perro.
(EL UJIER toma de la manga al bohemio. Con aire torpón le saca del despacho, y guipa al soslayo el gesto de Su Excelencia. Aquel gesto manido de actor de carácter en la gran escena del reconocimiento.)
EL MINISTRO.—¡Querido Dieguito, ahí tiene usted un hombre a quien le ha faltado el resorte de la voluntad! Lo tuvo todo: Figura, palabra, gracejo. Su charla cambiaba de colores como las llamas de un ponche.
DIEGUITO.—¡Qué imagen soberbia!
EL MINISTRO.—¡Sin duda, era el que más valía entre los de mi tiempo!
DIEGUITO.—Pues véalo usted ahora en medio del arroyo, oliendo a aguardiente, y saludando en francés a las proxenetas.
EL MINISTRO.—¡Veinte años! ¡Una vida! ¡E, inopinadamente, reaparece ese espectro de la bohemia! Yo me salvé del desastre renunciando al goce de hacer versos. Dieguito, usted de esto no sabe nada, porque usted no ha nacido poeta.
DIEGUITO.—¡Lagarto! ¡Lagarto!
EL MINISTRO.—¡Ay, Dieguito, usted no alcanzará nunca lo que son ilusión y bohemia! Usted ha nacido institucionista, usted no es un renegado del mundo del ensueño. ¡Yo, sí!
DIEGUITO.—¿Lo lamenta usted, Don Francisco?
EL MINISTRO.—Creo que lo lamento.
DIEGUITO.—¿El Excelentísimo Señor Ministro de la Gobernación, se cambiaría por el poeta Mala-Estrella?
                                                   (RAMÓN DEL VALLE INCLÁN: Luces de Bohemia)

Este es el texto que apareció en el examen de Selectividad de junio en el curso 2012-13. Si quieres descargarte el examen entero lo tienes aquí

jueves, 16 de enero de 2014

Texto 6. Elvira Lindo: De librerías (27-11-13)

De librerías
Hay seres humanos que venden libros. Y hay libreros. Los libreros también son seres humanos que venden libros, pero han de sumar otras cualidades que definen su noble oficio. Sin ellas, el librero es un farsante. Por ejemplo, si usted va a una librería y pregunta por James Salter y el dependiente se encoge de hombros y le dice, ni idea, se trata de un ser humano que vende libros, pero no de un librero.
La librera de raza, el librero fetén, son seres que leen por vicio pero también por el prurito de hacerse imprescindibles en la vida de sus clientes. El librero puede llegar a ser tan importante en nuestra vida como el boticario. Con eso lo digo todo. El librero no se lee todos los libros de principio a fin (es humano), pero domina la técnica de la lectura en diagonal, y algunos libros los encara de esta manera, es decir, los cata, como los buenos fruteros. Suele acertar. Lo que sí sabe leer un buen librero es el estado de ánimo del cliente, ya digo, como el boticario, así que le prescribirá un libro que mejore su mal. Eso es algo que, por ejemplo, Amazon, que no es un ser humano aunque venda libros, no sabe calibrar.
La librera quiere vender todos los libros que pueda, pero como desea que sus clientes fieles se vayan contentos, con un sutil gesto en la mirada les señala un volumen u otro. Todo con mucho tacto, porque la librera se cuida de hablar mal de ciertos libros a gritos. Cuando se toma confianza con un librero es muy posible que uno acabe tomándose un café con leche con él en el bar de al lado. Una vez fuera del negocio, librero y cliente se lanzan a poner a parir a media España. Eso es humanísimo, propio de libreros y lectores. Y ya no digo de autores.
El viernes, los libreros celebran su día, el de las librerías. Abrirán hasta las diez. Díganles que van de mi parte: le harán un 5% de descuento.

Elvira Lindo,  El País, 27-11-2013